lunes, 31 de julio de 2017

El pesimismo es un momentum del optimismo



El pesimismo es un momentum del optimismo

El optimismo se pone en juego



Lic. Guillermo Moreno*
Dr. Claudio Comari*
Especial para BAE Negocios

Desde la actividad empresarial o la representación sectorial, el optimismo se pone en juego como ese espíritu de iniciativa requerido tanto para obtener la máxima ventaja posible de cada situación dada, como para la paciente preparación ante lo que está por venir.

Economía y política, universo con galaxias que se enlazan

Transitamos una coyuntura en que la economía se mostrará más permeable a lo que suceda en el ámbito de la política por lo que el comportamiento de los agentes económicos mostrará una especial susceptibilidad frente a acontecimientos de naturaleza no necesariamente económica.

Tanto el campo de lo político como el de lo económico, se rigen por las reglas que le son propias a su naturaleza. Sin embargo, a la vez existe una universal aceptación de una perpetua intersección de los mundos económico y político, aun cuando para su estudio ambas disciplinas focalicen en uno u otro ámbito.

De acuerdo a su propia empiria, las sociedades en general y los agentes económicos en particular, valorizan esta dinámica que el saber académico no logra precisar, y cada país configura estas relaciones de forma diversa, especialmente en cuanto a los grados de libertad que cada ámbito detenta respecto del otro.

Suele observarse que, en economías razonablemente sólidas y estables, las amenazas de crisis políticas no derivan impactos significativos sobre ellas, contrariamente a lo que ocurre en aquellas de características oscilantes; la fortaleza de la economía tiende a ser un factor explicativo de la intensidad de esas relaciones.

Podemos decir que, en el caso de la Argentina -inequívocamente perteneciente al segundo grupo-, la relación de retroalimentación es especialmente intensa en cuanto a cómo la economía puede afectar a la política y viceversa. Menos perceptible en tiempos de crecimiento económico y armonía institucional, se hace más evidente en momentos de cambio y se potencia hasta la exacerbación en los períodos de crisis, como los de las hiperinflaciones de finales de los años ’80 o la crisis de diciembre de 2001.

Así, por ejemplo, el comienzo del ciclo económico de la era Macri debe situarse junto a los resultados de la primera vuelta en las elecciones de 2015; la posibilidad cierta de un triunfo de la alianza Cambiemos progresivamente comenzó a ordenar las decisiones de los agentes económicos desde el mismo 25 de octubre, en sintonía con lo que se presumía sería el resultado del balotaje de noviembre y el comportamiento gubernamental desde el momento de su asunción en diciembre.

Sin pretensión de exhaustividad, también podemos examinar las diferencias en las dinámicas de interacción en tiempos de crisis. Sobre el final del gobierno de Raúl Alfonsín, la crisis económica determinó un fuerte deterioro de la administración gubernamental, que derivó en la derrota electoral de la Unión Cívica Radical. La pérdida de las elecciones melló aún más la capacidad política del gobierno, imposibilitando que sus medidas obtuvieran "efectividades conducentes" y profundizando la crisis económica. En esa coyuntura, las dificultades de la economía se reprodujeron en el terreno de la política y repercutieron, ya en forma ampliada, induciendo la crisis económica.

Distinto fue el proceso hiperinflacionario del gobierno de Carlos Menem, cuya reproducción ampliada fue limitada por la legitimidad política recientemente obtenida en los comicios. Es decir que las condiciones políticas jugaron papeles determinantes para la posibilidad (o no) de restituir el funcionamiento económico.


Nuestro pesimismo no es sino un momentum del optimismo

La prognosis del futuro económico inmediato de nuestro país está lejana a la expresión de un consenso; por el contrario, es un terreno de arduo debate que no pocos califican, equivocadamente, como una batalla entre el optimismo y el pesimismo. Según este enfoque, en el primer grupo cabría contar a aquellos que empardaban o superaban los pronósticos de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) que anticipa el Gobierno Nacional (3,5% respecto al PIB de 2016) y, entre los segundos, a quienes anticipamos que el crecimiento de la actividad económica será mínimo o inexistente durante 2017.

Desde ese punto de vista, la disciplina económica quedaría asociada, antes que nada, a los mandatos de los estados anímicos de los analistas y sólo de modo auxiliar a la rigurosidad profesional. Tales caminos de reflexión no sólo son errados, sino además inútiles.

No es en las previsiones de los informes económicos donde se juega el optimismo o el pesimismo, sino en las prácticas que cada agente despliega en el desarrollo de su acción en determinada realidad. En las proyecciones económicas sólo se pone en juego la comprensión de la realidad, es decir la posibilidad de construir desde conjuntos fragmentarios de informaciones dispersas, un sistema coherente y articulado de conceptos, capaz de interpretar y dar adecuada cuenta de las situaciones pasadas, así como prever los itinerarios posibles del devenir.

Aun pensando que, en términos del funcionamiento de la macroeconomía, no esperamos para el corto plazo resultados positivos, ello no tendría por qué ser algo distinto a una onda corta, negativa sí, pero situada en un ciclo extenso, positivo. Incluso dentro de esa "onda corta", que caracterizaría negativamente el contexto general, no debería, necesariamente, ser de similar signo para cada uno de los diferentes niveles de lo particular; en ellos están (siempre estuvieron en períodos similares) las condiciones que permiten el milagro de "multiplicar los panes y los peces".
Una coyuntura de hipersensibilidad
En el escenario de incertidumbres que se presenta, la prudencia parece imponerse como requisito ineludible.
El calendario electoral general se desarrollará sobre la base de las propias inconsistencias macroeconómicas; si durante el proceso irrumpen novedades inesperadas, sus hitos pueden constituirse también en mojones de la agenda económica.

La "realidad publicada" no necesariamente refleja la totalidad de matices de la realidad pública, cuya complejidad sí se expresará durante el proceso eleccionario y no será forzosamente concurrente con la primera, lo que podría agudizar las sensibilidades de los agentes que interactúan en los diferentes mercados, presentándose sobre-reacciones u otros factores disruptivos.

Prudencia implica entonces, en el corto plazo, la vigilancia para mantener alineados los pagos con las cobranzas (tanto cuanto la posición en el mercado lo permita), y conservar equilibrada la relación entre las ventas y los stocks.

También parece aconsejable optimizar las situaciones crediticias, evitando deudas en divisas (si se factura en pesos) y, en los casos en que ello no sea posible, disminuir los riesgos apelando a los instrumentos de cobertura que el mercado ofrece, aun cuando ello conlleve incrementos de los costos.

La preservación de los negocios, particularmente en aquellas áreas que atraviesan situaciones tortuosas, es en esta etapa un valor en sí mismo. Así como la asunción de riesgos otorga premios en los períodos de alza, también aquellos pueden resultar en duros castigos en los períodos de retracción.

Disminuir la exposición parece ser una conducta sabia en los meses por venir. En algunas actividades, llanamente se trata de la búsqueda de la supervivencia en un contexto hostil, en las que mantener vigente el concepto de empresa en marcha es el criterio de éxito.


*MM y Asociados

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