lunes, 9 de octubre de 2017

¿Estamos creciendo?

¿Estamos creciendo?

Lic. Guillermo Moreno, Lic. Norberto Itzcovich, Dr. Claudio Comari

En el trato cotidiano con los agentes económicos, resulta difícil entender el porqué de sus lamentaciones a la luz de algunos datos macroeconómicos de crecimiento de la economía. El estancamiento o caída de ventas que buena parte de las cámaras empresariales informa mes a mes, no se corresponde con la mejora de la actividad que informan las fuentes oficiales.
Si bien la heterogeneidad de los comportamientos de los sectores podría explicar en parte tal divergencia, resultaría por demás extraño que fuera azaroso que los que padecen dificultades las comuniquen y dejen de hacerlo aquellos a quienes ello no le sucede.
Es pertinente entonces invertir el interrogante y examinar el problema formulando la pregunta de modo inverso: ¿es compatible el crecimiento de la actividad informado por las estadísticas oficiales con la realidad cotidiana de los diversos sectores económicos?

Los brotes verdes

El pasado 21 de agosto preguntábamos desde esta misma columna “¿hay brotes verdes en la economía?” La duda distaba de ser caprichosa: a pesar de las numerosas declaraciones de los más altos funcionarios gubernamentales y de las “buenas noticias económicas” que la mayoría de los medios de comunicación proporcionaba, el pulso de la economía tomado a partir de la interlocución con los agentes económicos (tanto empresarios como dirigentes sindicales), indicaba que el estancamiento no daba signos de disipación para la mayoría de las actividades, situación similar a la de estos días.
En aquel momento echamos mano a los datos disponibles, buscando aislar los factores nominales (precios locales e internacionales, tipo de cambio, tasas de interés, etc.), para verificar el comportamiento de la producción física, al menos en las ramas de actividad en las que ello fuese posible. Se evidenciaba que, aún en los sectores más dinámicos, los niveles de actividad se mantenían en torno a los del año anterior y en ningún caso alcanzaban los desempeños de 2015.
Entonces nuestro análisis se basó en las estimaciones de actividad, es decir las mediciones de las producciones físicas, pero mediadas por la elaboración estadística. En esta oportunidad, iremos a un nivel más básico aún, el de las metodologías aplicadas, que permiten obtener los resultados a partir de estimaciones en algunos de los sectores.

Las estimaciones y su impacto en el cálculo de la actividad económica

Efectivamente, según las últimas mediciones oficiales publicadas, en el primer semestre del año el Producto Interno Bruto (PIB) de la Argentina creció 1,6% con respecto a igual período de 2016. Este resultado se obtiene si se suman, en el período analizado, los valores agregados estimados para cada uno de los 16 sectores en los que las cuentas nacionales clasifican la actividad económica (por ejemplo: “Agricultura, ganadería, caza y silvicultura”; “Pesca”; “Explotación de minas y canteras”; “Industria Manufacturera”; “Electricidad, gas y agua”; “Comercio mayorista, minorista y reparaciones”; “Transporte y comunicaciones”; entre otros), y a ello se le suman los impuestos a los productos (restados los subsidios).
La suma del PIB más las importaciones constituye la Oferta Global de bienes y servicios de la economía, que inexorablemente tiene que ser idéntica a la Demanda Global, donde la producción puede ser consumida o constituir inversiones (incluyendo la variación de existencias), ya sea por parte del sector privado o el público, o puede tener destino en el exterior (exportaciones).
Para llegar a esa identidad, según cifras oficiales, el consumo privado (el componente más importante de la demanda por su peso) tuvo un incremento del 2,4% en el primer semestre del año. Ocurre que, violentando todo criterio basado en el sentido común, el gobierno atribuye parte de ese crecimiento a los “gastos de turismo en el exterior”.
En ese marco resulta lógico que ese guarismo sea disonante con las opiniones de los actores económicos de los diferentes rubros y amerite un análisis más detenido del cálculo oficial.
Y en efecto, al ahondar en los conceptos que se toman en cuenta al realizar las estimaciones de distintos sectores de actividad, comienzan a aparecer situaciones extrañas, no atribuibles a adulteraciones intencionadas sino a efectos no deseables de los procedimientos de cálculo sobre el resultado final.
Primer efecto: para medir las actividades de “Agricultura, ganadería, caza y silvicultura”, que en el semestre crecieron 4,8% según la metodología oficial, se utilizan las estimaciones provistas por el Ministerio de Agroindustria. Ocurre que estas sobreestimaron la producción agrícola de la campaña 16/17, que no fue de 137 millones de toneladas, sino de aproximadamente 126 millones. Es decir que el subsector, que tiene un peso en el PIB de más del 8%, no creció 11,4% como se estimó oficialmente, sino apenas un 2,2%.
Pero este menor crecimiento repercute, de manera relevante, en los sectores de transporte y de comercio, cuyo aumento o disminución se asocia linealmente a los volúmenes de producción, y que pesan aproximadamente 5,3% y 11,4% en el PIB, respectivamente.
Recalculando el impacto en estos tres sectores de las estimaciones más certeras y actualizadas sobre la producción agrícola, el crecimiento de la economía en el semestre ya no sería aquel 1,6% anunciado, sino que se acercaría al 1,1%.

Pero hay más

Segundo efecto: si bien la actividad del sector “Minas y Canteras” bajó 6,1% en el semestre, la metodología de cálculo sostiene que, para la extracción de minerales metalíferos no ferrosos, excepto minerales de uranio y torio, la estimación se realiza a través de un índice de ocupación en base a información del Sistema Integrado Previsional Argentino. Es decir que, si la mina de oro más importante del país detuvo sus actividades durante un período, como efectivamente ocurrió, es obvio que en ese lapso no produjo nada aunque ello no se evidencie en el cálculo de las cuentas nacionales ya que para estas, en la medida en que no hubo despidos, siguió produciendo.
Tercer efecto: respecto del sector “Pesca” se plantea un interrogante. Si las exportaciones crecieron 6% en el semestre y la producción lo hizo un 24,3%, entonces debió haber subido de manera significativa el consumo de pescado en el mercado doméstico. Los operadores del sector no coinciden en ese diagnóstico.
Cuarto efecto: en el sub sector comunicaciones, específicamente en lo referido a la telefonía, las líneas de teléfonos celulares se adicionan mes a mes, permaneciendo en los registros con independencia de si están activas o no. Así se contabilizan 62 millones de líneas activas, un promedio de casi 1,5 teléfonos celulares por persona, tomando la totalidad de la población, guarismo un tanto extravagante. Tal procedimiento se repite en relación a la telefonía fija.
Podríamos seguir analizando y describiendo cada una de las imprecisiones que se plantean a la hora de realizar el cálculo del comportamiento de la actividad económica, no por intencionalidad de quienes lo hacen, sino por las propias formas en las que dichas estimaciones son concebidas, pero la presentación de algunas en este artículo es evidencia suficiente.
Si bien en algunos de los sectores descritos es difícil cuantificar las inexactitudes cometidas, el resultado, agregando todas ellas, arroja una variación del PIB en el primer semestre de 2017, con respecto a igual período del año anterior, inferior al 1%.
Y ese porcentaje resulta a su vez compatible con la ecuación macroeconómica descrita más arriba, con un incremento del consumo privado en el entorno del 1,5% y una participación de la inversión en el PIB de sólo 19,5%, todavía por debajo de la observada en 2015 (19,6%), y más acorde con las perspectivas reales de los diferentes actores económicos involucrados.
Esto se da en un marco de inconsistencia macroeconómica en el cual, entre otros ítems:
a) se duplicó el déficit fiscal total, que incluye el que deviene de Nación, provincias y municipios, y el cuasi fiscal generado por la política monetaria del Banco Central de la República Argentina, que correctamente medido será cercano al 11% del PIB,
b) sigue aumentando el precio de los alimentos por encima del nivel general de inflación, al igual que las tarifas, con el consecuente deterioro constante del consumo de las familias,
c) la tasa de desempleo alcanzó el 11% en los partidos del Gran Buenos Aires,
d) se llegó en ocho meses de 2017 a un saldo de balanza comercial negativo de U$S 4.498 millones (que determinaría uno mayor a U$S 6.000 al final del año), y
e) la cuenta corriente de la balanza de pagos se proyecta para el corriente con un déficit en el entorno de los U$S 30.000 millones.
Resulta evidente que el camino emprendido por el gobierno no es el correcto si se desea arribar a un crecimiento sostenido de la economía. Y en vistas de que la distribución del ingreso medida oficialmente por el coeficiente de Gini empeoró, mucho menos el sendero que deposite a nuestro país y su pueblo en el logro del objetivo de un desarrollo sustentable.
En síntesis: las percepciones de los agentes económicos, divergentes de las declaraciones de funcionarios y de los informes oficiales y periodísticos, resultan ser las más realistas. El crecimiento es mucho más moderado que el que indican las estadísticas gubernamentales, así como lo son las perspectivas de los negocios hacia el futuro inmediato, ya que no se avizoran mejoras en la demanda externa y mucho menos en la interna.
Lo mismo sucede en cuanto a la percepción de las familias, coincidente con la de los agentes de la economía real, por la caída del PIB per cápita. Dado que desde 2015 la población continuó creciendo (2,1%) mientras que disminuyó el PIB (1,2%), el deterioro es de 3,3% menos de la producción para cada uno de nosotros.
Es claro que, si hay menos bienes y servicios disponibles y a la vez la distribución del ingreso empeoró, el menoscabo necesariamente se concentró en los sectores más vulnerables. Queda pendiente, para otra ocasión, analizar si efectivamente bajó la pobreza.
* MMyAsociados

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