lunes, 31 de diciembre de 2018

Primero que hay saber diagnosticar, después planificar y, al fin, gestionar los resultados (Segunda parte)

Primero que hay saber diagnosticar, después planificar y, al fin, gestionar los resultados (Segunda parte)


Por Lic. Guillermo Moreno*, Dr. Claudio Comari*, Lic. Norberto Itzcovich*


La planificación de las actividades de la compañía conlleva la toma de decisiones de las que derivarán, según su tino, beneficios o quebrantos.

Ellos, tendrán directa relación con el grado de coincidencia entre la realidad que finalmente acontezca, y el entorno esperado al momento de diseñar el plan de negocios anual de la empresa.

Teniendo en cuenta lo antedicho, en “Primero que hay saber diagnosticar, después planificar y, al fin, gestionar los resultados, (primera parte)”, BAE Negocios, 24-12-18, se analizó la Matriz de Riesgos 2019 (MR 19), circunscripta, esquemáticamente, a tres tipos de panorama:

el optimista (oficialista), que prevé una leve recuperación de la actividad económica;
el moderadamente pesimista, que presume la continuidad del actual escenario económico hasta el inicio del próximo período de mandato presidencial, y
el que anticipa la insustentabilidad del esquema vigente, previendo una disrupción económica con solución institucional.



Del análisis de la MR 19, se desprende con claridad que el escenario de disrupción económica con solución institucional, que a priori parecería ser el más severo desde el punto de vista político, resulta, a la vez, el que presenta mejores perspectivas para el futuro de las empresas.

Ello, porque al mismo tiempo que permite minimizar los riesgos, es el único abordaje que posibilita eyectarse con mayor velocidad de la crítica situación actual.

En efecto, si se produjera un cambio de rumbo que: restituya los equilibrios macroeconómicos fundamentales, dinamice el mercado interno, y mejore la competitividad internacional; la oportunidad de recuperar la rentabilidad empresarial, e incluso incrementarla, quedaría al alcance de la mano.

Despejar esta aparente contradicción entre gravedad institucional y beneficio económico resulta simple, sólo hay que repasar cuáles serían los rasgos principales de los diferentes entornos y las potencialidades que cada uno ofrece.

Optimista: una leve mejoría


Tal es la previsión y esperanza del oficialismo (y los “expertos” paraoficiales), en el marco de la próxima campaña electoral, para el discurrir económico del 2019.

Este panorama ofrece una expectativa de incremento del PIB muy moderada, por debajo del crecimiento vegetativo de la población, asentada en una buena performance de la producción agrícola, consecuencia de una campaña 20% mayor a la anterior (impactada por la sequía), y en una muy leve recuperación del consumo interno.

Asimismo, espera el gobierno: revertir el déficit comercial, atender adecuadamente los servicios de la deuda (utilizando para ello los desembolsos del FMI), que disminuyan significativamente las tasas de interés y de inflación, y que el tipo de cambio se mantenga dentro de las bandas de flotación establecidas por el BCRA.

Por lo tanto, las empresas que decidan sus “plan de negocios” en virtud de esta “mesa de arena”, serán proclives, entre otras providencias, a: endeudarse en dólares, ofrecer crédito comercial a mediano y largo plazo, aumentar sus stocks.

Moderadamente pesimista: una agonía prolongada


La continuidad de la actual coyuntura, hasta el comienzo del próximo período presidencial, implica la persistencia del angustiante contexto en el que se desempeñan las empresas desde hace ya tres trimestres.

En este marco, es esperable que el mercado interno siga deprimido, en tanto: no se reconstituya el poder de compra de los sectores populares, el comercio internacional siga en situación de desventaja para la producción local, y la política monetaria continúe imposibilitando el financiamiento empresario.

Por eso, es necesario atenerse a los criterios de la prudencia, buscando preservar la compañía, lo cual constituye un valor en sí mismo (1).

Por ello, se deberá:

• mantener una adecuada relación entre pagos y cobranzas, así como entre ventas y stocks,

• optimizar la situación crediticia (principalmente en cuanto a las deudas en divisas) y disminuir riesgos mediante instrumentos de cobertura, aun cuando ello implique gastos adicionales,

• prever correctamente las posibles modificaciones en las estructuras de costos, a partir de cambios en las listas de precios de los proveedores, provocados por factores externos a ellos (devaluaciones, aumentos de tarifas, etc.)

En consecuencia, disminuir la exposición parece ser una conducta sabia, en una macroeconomía hostil, donde mantener la empresa en marcha sería el mayor criterio de éxito, ya que, como dijimos oportunamente, “empatar es ganar”.

Disrupción económica con solución institucional: la resurrección


Finalmente, la opción de disrupción económica con solución institucional se presenta como la más severa en términos políticos, pero resulta, a la vez, la que presenta mayores oportunidades desde el punto de vista de los negocios empresarios.

Como afirmábamos en “Subir la tasa de interés: un remedio peor que la enfermedad” (BAE, 23-7-18): “…el gobierno ha concentrado todos sus esfuerzos en la contención de la tendencia ascendente del tipo de cambio, elevando la tasa de interés, y en consecuencia el costo del crédito, a niveles inauditos”.

El desastroso impacto de esta política se verifica en:

la economía real (2), donde un cúmulo de indicadores oficiales y privados da cuenta de la brutal recesión y de la destrucción de empleo registrado;
el Sector Financiero Ampliado, en el cual las instituciones bancarias corren riesgo de incobrabilidad de acuerdo con el grado de penetración crediticia alcanzado, en tanto, las ART y las compañías de seguros quedan expuestas al mismo peligro, respecto de los papeles de deuda que integran su cartera de inversión;
el Déficit Fiscal Total, dado que la velocidad de caída de la recaudación impositiva supera a la del recorte planeado en el gasto, con lo cual ni siquiera resultará posible alcanzar el resultado operativo esperado. Adicionalmente, las tasas de interés que paga el BCRA por sus pasivos remunerados espiralizan el rojo cuasifiscal.
Dadas estas circunstancias, los desequilibrios alcanzados son irresolubles y por lo tanto el colapso del esquema macroeconómico resulta inevitable.

Paradójicamente, del escenario disruptivo emergerá un rotundo viraje para la economía nacional, en un proceso de sentido contrapuesto al transitado hasta ahora, que permita restituir los equilibrios macro, dinamizar los mercados, y proteger al entramado social, en forma simultánea.

En ese marco, aprestar la empresa para tenerla en “aptitud”, en términos formales y en capacidad productiva, resultará decisivo para aprovechar las ventajas que ofrezca el nuevo escenario.

El espíritu emprendedor será el que marque la diferencia dado que, con un mercado interno floreciente y mejores condiciones externas en términos de competitividad, llegará la hora de capitalizar los buenos negocios.

El día después de mañana


En el artículo homónimo (BAE, 15-10-18), sosteníamos: “frente al clima de desazón que impregna a parte de la dirigencia política, económica y social, consideramos oportuno desgranar una visión sobre las condiciones necesarias para que la Argentina retome un sendero de desarrollo económico con justicia social de modo sustentable y permanente”.

Ante el nuevo esquema, las empresas se enfrentan a una perspectiva que abarca, claramente, dos etapas (3).

En la primera, de contingencia o transición, los estímulos de la demanda serán los pasos iniciales para emprender la recuperación, y así revertir, rápidamente, el deterioro causado por el actual proceso.

En la segunda, de mediano y largo plazo, deberá delinearse -e implementarse- un Modelo de Desarrollo Económico Permanente y Sustentable (MoDEPyS), que maximice el aprovechamiento de los dos vectores de competitividad de la economía nacional: la energía y algunos alimentos.

Así, por el lado de la demanda, el precio justo y razonable de estos últimos, permitirá recomponer el poder adquisitivo de los ingresos populares, impactando favorablemente en el crecimiento del consumo privado.

En tanto, desde la perspectiva de la oferta, la posibilidad de contar con precios energéticos adecuados a los valores de mercados comparables redundará en la baja de los costos totales de las empresas que la utilizan como insumo, y en la recomposición de su rentabilidad.

De manera sistémica y concomitante, la economía deberá incrementar significativamente sus capacidades productivas, mediante políticas que propicien un tipo de cambio competitivo, la administración del comercio exterior (para buscar la hegemonía de las empresas locales en el mercado doméstico), los superávits fiscal y externo (gemelos), y la convergencia de las tasas de inflación e interés a niveles internacionales.

Ellas, junto con un correcto set de precios relativos, acelerarán la dinámica inversora que aumente, por parte de las compañías que operan en nuestro territorio, la oferta de bienes y servicios en forma sostenida.



Queda claro, en consecuencia, que la mejor opción que puede presentarse para las empresas y sus trabajadores, en orden a las soluciones políticas disponibles que prevé nuestro marco institucional, es la de la disrupción del actual esquema económico y la rápida implementación de un esquema de contingencia o transición.

Ello permitirá generar las condiciones para recomponer tanto la rentabilidad empresarial como la plena ocupación de los factores productivos, y al mismo tiempo sentará las bases para el desarrollo económico permanente y sustentable que el conjunto de la Nación espera y merece.



1.- “En esta coyuntura económica: ¡atentos y vigilantes!”, BAE, 25-12-17.

2.- Cuando el oficialismo decide espiralizar las tasas de interés, la idea fuerza que subyace es que ello resulta, para la actividad económica, menos dañino que un tipo de cambio al alza. De esa manera, soslaya que en una economía bimonetaria como la nuestra, las empresas, en general, encuentran los mecanismos para continuar operando en contextos devaluatorios.

3- “Reflexiones sobre el modelo de desarrollo argentino”, BAE, 19-11-18.

4- Al reducir la proporción del ingreso requerido para la adquisición de alimentos (en virtud de la mejora de los precios relativos), aumenta la capacidad de consumo de bienes y servicios no alimentarios.

*MM y Asociados

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domingo, 23 de diciembre de 2018

Primero hay que saber diagnosticar, después planificar y, al fin,gestionar los resultados

Primero hay que saber diagnosticar, después planificar y, al fin,gestionar los resultados


Los mayores riesgos los correrán las compañías que ajusten sus planes de negocios a la previsión optimista del Gobierno

Por Guillermo Moreno*, Lic. Norberto Itzcovich*,  Dr. Claudio Comari*


Cierre del ejercicio 2018. Tiempo de balance y de planificación del próximo. Fácil lo primero, desafiante lo que sigue, en pasos sucesivos como en el exquisito tango (1) de los hermanos Expósito.

Las condiciones en que se encuentra la empresa, más la propia creatividad e iniciativa, son las claves de un buen plan de negocios. Pero este no puede estar divorciado del contexto general que,como todos sabemos, luego delos tres años de mala praxis económica, lejos está de poder brindar las mínimas certezas necesarias para proyectar normalmente las actividades.

En este marco, la correcta toma de decisiones requiere tanto información endógena como exógena. Claro está que nadie puede conocer mejor la situación interna que quienes conducen la compañía, pero las expectativas sobre el comportamiento del entorno en que se desenvuelve, deben necesariamente ser provistas por analistas externos.

De allí la relevancia de las prognosis que hoy pueblan la arena pública, donde pugnan dos visiones.

Una, de tono optimista, sólo sostenida por el oficialismo (y un puñado de comunicadores paraoficiales en el marco del año electoral que se avecina), augura el inicio de la recuperación, ya no en el “segundo semestre”, como gustaban decir, sino en el “segundo trimestre” de 2019. Nuevas “promesas vanas de un amor que se escaparon en el viento”, diría Homero.

La otra, sustentada por la mayoría de los profesionales experimentados en la disciplina económica, se despliega en un gradiente que va desde la espera de un año de continuidades en el estado agónico de la economía, a la certeza de la imposibilidad de eludir la disrupción económica y la correspondiente resolución institucional.

Cada unidad de negocios deberá establecer la direccionalidad de su estrategia, seleccionando uno de los escenarios probables de ese “menú” de opciones, a sabiendas de que, si se confirma la evolución prevista, pueden obtenerse importantes premios, pero también severos castigos si las circunstancias no fueran las esperadas.

Para los resultados de la empresa, es tan determinante su propio plan de negocios, como el rango de los límites y posibilidades que el contexto ofrezca, temática que abordaremos en la entrega de la próxima semana.

En este artículo analizamos, principalmente, los aspectos microeconómicos, centrando la atención enlos riesgos y beneficios implicados en el proceso decisional de las empresas, según sus estrategias se alineen (o no)con el entorno que finalmente se materialice. En otras palabras, se trata de concentrar la búsqueda en la obtención del máximo provecho posible frente auna situación dada, determinada por fuerzas ajenas a las de la propia compañía.

Entre empates o derrotas


La elaboración de pronósticos económicos exige solidez teórica y un adecuado manejo del repertorio de técnicas de la disciplina, al igual que la destreza en el arte de su ejecución, ya que se trata de construir, desde conjuntos fragmentarios de informaciones dispersas, un sistema coherente y articulado de conceptos, capaz de interpretar y dar adecuada cuenta de las situaciones pasadas, así como prever los itinerarios posibles del devenir.

Adicionalmente, se requiere tanto de información relativa a las variables intervinientes, como de que el rango posible de oscilación,para ellas, sea razonablemente precisable.

En la actualidad, la magnitud de los desequilibrios macroeconómicos alcanzados impone tal variabilidad a los principales indicadores (PIB, tipo de cambio, tasa de interés nominal e inflación, entre otros), que resulta imposible la realización de pronósticos certeros de su evolución para el año 2019.

Idéntica situación se presentó a fines de 2017, por lo que, conscientes de que los costos de los errores de las proyecciones no los pagan los consultores equivocados sino las empresas que se guían por ellos, decidimos, oportunamente,hacer sucesivas proyecciones de corto plazo a lo largo de 2018 (por trimestres, en lugar de la usual para todo el año), recomendando enfáticamente atenerse a los principios de la prudencia.

De tal diagnóstico, se derivaban las recomendaciones presentada hace exactamente un año atrás: mantener una adecuada relación entre pagos y cobranzas, así como entre ventas y stocks; optimizar la situación crediticia, principalmente en cuanto a las deudas en divisas, disminuyendo riesgos mediante instrumentos de cobertura; y hacer correctas previsiones de las posibles modificaciones en las estructuras de costos, a partir de cambios en las listas de precios de los proveedores, provocados por factores externos a ellos (devaluaciones, aumentos de tarifas, etcétera).

La situación de las empresas que se ajustaron a tales premisas, es hoy muy diferente de las que encararon el año 2018 bajo el influjo de los cantos de sirena que pronosticaron entre 3,5% y 5,5% de crecimiento del PIB, 10% a 15% de inflación, tasas de interés nominal por debajo del 30% y un tipo de cambio en el entorno de $20.

Prepararse adecuadamente para el 2019, implica que la compañía se apreste para alguno de los escenarios posibles y escoger un sendero que determinará, en gran medida, las magnitudes de las ganancias o los quebrantos del próximo ejercicio.

Una matriz decisional


Enfrentamos 2019 como un entorno de predominante anormalidad, repleto de incertidumbre e impregnado de volatilidad; quizás nunca como hoy fue tan difícil determinar el rumbo de cada negocio.

El rol del consultor, claro está, no es el de sustituir el papel de los directivos en la guía de su empresa, pero sí el de facilitar el análisis de riesgos a asumir, en el balance entre el entorno para el que se adecuó la estrategia empresarial y las consecuencias posibles si tal contexto se verifica o no.

Antes de presentar la matriz, es importante identificar los conceptos operativos a utilizar. Si bien, decíamos en la introducción, entre las proyecciones económicas circulantes podemos distinguir con nitidez las del actual oficialismo y a las del consenso de la profesión, a los fines analíticos descomponemos este último grupo en dos subconjuntos, dependiendo de que consideren o no las hipótesis de disrupción.

Simplificando esquemáticamente, obtenemos así tres tipos de entorno:

el esperado por el oficialismo, obligadamente optimista, bajo el cual se prevé la leve recuperación de la actividad económica;
el de las visiones moderadamente pesimistas, que presume la continuidad de este escenario económico hasta el inicio del próximo período de mandato presidencial, y
el que anticipa la insustentabilidad del esquema vigente, previendo una disrupción económica con solución institucional.
Atento que cada empresa asumirá uno de estos contextos como el más probable y que esa elección determinará múltiples decisiones (sobre inversiones, créditos financieros o comerciales, recursos humanos, etc.), es importante considerar que no todas las estrategias suponen los mismos niveles de riesgo, como puede observarse en la tabla.

Como se desprende del esquema de doble entrada, los mayores riesgos los correrán las compañías que ajusten sus planes de negocios a la previsión gubernamental, mientras que quienes desarrollen estrategias expectantes de un cambio drástico de rumbo económico, estarán menos expuestos ante los demás entornos.

Pero el principal objetivo de las empresas no puede ser el de eludir riesgos, sino el de obtener beneficios, posibilidad en gran medida determinada por el contexto general, cuyas potencialidades analizaremos en nuestra próxima entrega.

Es que, paradójicamente, si se diera el escenario oficial y las empresas hubieran alineado sus objetivos con ellos, sólo podrían aspirar a conseguir tan magros resultados como los que ofrecería la economía nacional, mientras que ante un cambio de rumbo que restituya los equilibrios macroeconómicos fundamentales, dinamice el mercado interno e incremente la competitividad internacional, se abriría nuevamente la oportunidad de obtener ganancias.equilibrios macroeconómicos fundamentales, dinamice el mercado interno e incremente la competitividad internacional, se abriría nuevamente la oportunidad de obtener ganancias.


[1] Referencia a la obra Naranjo en Flor de Homero y Virgilio Expósito,paráfrasis de “Primero hay que saber sufrir, después amar, después partir y, al fin, andar sin pensamientos…”.

*MM y Asociados

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lunes, 17 de diciembre de 2018

La "pax cambiaria" y la destrucción de la base material de la Nación

La "pax cambiaria" y la destrucción de la base material de la Nación


Por Lic. Guillermo Moreno*, Lic. Norberto Itzcovich*, Dr. Claudio Comari*

Las clásicas tensiones entre los hacedores de la política económica (ministerio de economía vs. bancos centrales) son habituales en cualquier país del mundo, y por supuesto lo han sido en el nuestro.

De acuerdo con el énfasis político de la fuerza gobernante, dicha disputa se resuelve mediante un acuerdo de convivencia o con la primacía de uno u otro actor. En este último caso, el contendiente que logre predominar intentará alterar a su favor los grados de libertad de la autoridad monetaria y la direccionalidad de la política que deberá implementar.

Sin embargo, este gobierno agrega otro pergamino al amplio stock de desaguisados que atesora, y cumpliendo una vez más su premisa de transformar lo que está mal en algo aún peor, ha inaugurado una nueva etapa: el Banco Central de la República Argentina ( BCRA) autista.

La megalomanía del COPOM


En el comunicado del Comité de Política Monetaria (COPOM)1 del BCRA, emitido el pasado 5 de diciembre, las autoridades de la entidad informan su decisión de mantener tanto el régimen de expansión de la base monetaria, como la determinación de la tasa de interés. Con ello reafirman una inconsistencia implícita de su diseño regulatorio, dado el marco teórico al que adscriben, estableciendo al mismo tiempo la "cantidad" de dinero y su precio.

En ese contexto, estiman una expectativa inflacionaria del 26,8% (2% mensual acumulado en los próximos 12 meses), en tanto la tasa nominal anual (TNA) se mantiene en el entorno del 60% en el trimestre. Ello implica obligar a la economía a trabajar con un piso de interés real de 33,2%, aún superior al que había cuando la TNA rondaba el 70% y el nivel inflacionario minorista se acercaba al 50%.

En el plano de los mayoristas, que registraron una variación interanual de precios del 76,6%, pareciera que la situación reviste menos dramatismo, dado que la tasa de interés real sería sensiblemente más baja que del segmento de ventas al por menor.

Ahora bien, esta diferencia entre los precios mayoristas y minoristas es la expresión contundente de la pérdida de rentabilidad que está sufriendo este último sector, impedido (ante la muy notable retracción de la demanda) de trasladar los aumentos de precios a los consumidores.

Dicha situación impacta en la acumulación de stocks en la cadena comercial y, a posteriori, en el descenso de la producción del circuito fabril. Este escenario, que se verifica en todos los eslabones, al alejarse notablemente del punto óptimo de funcionamiento, trae, ineludiblemente, consecuencias sobre el cumplimiento de las obligaciones crediticias e impositivas.

Hace meses que desde estas mismas líneas venimos advirtiendo sobre el peligro que implica, para el conjunto de las empresas del sector real de la economía (al margen de su tamaño), la política monetaria implementada por BCRA.

Pero, con las modificaciones regulatorias previas, a lo que se suma este último comunicado, esas dificultades se extienden al sector que el BCRA "debería cuidar" con mayor énfasis, poniendo en peligro la salud del Sistema Financiero Ampliado -SFA- (que incluye a las entidades financieras, las compañías de seguros y las administradoras de riesgo de trabajo, entre otras).

La paz de los cementerios


Como afirmábamos en "Subir la tasa de interés: un remedio peor que la enfermedad" (BAE Negocios, 23-7-18): " fiel a su impronta de la improvisación como "modus operandi", y con su característica incapacidad de caminar mientras masca chicle, el gobierno ha concentrado todos sus esfuerzos en la contención de la tendencia ascendente del tipo de cambio, elevando la tasa de interés, y en consecuencia el costo del crédito, a niveles inauditos".

El brutal impacto de esta política insensata se verifica tanto en la economía real2, como en el sector financiero, a la vez que repercute de manera negativa en la situación fiscal.

Respecto de la primera, la evolución del indicador oficial Estimador Mensual de Actividad Económica ( EMAE), mostró en setiembre una caída de 5,8% respecto de igual mes del año anterior, acumulando, en todo el período de Cambiemos una disminución de 0,37% en relación con el promedio del año 2015.

Similar performance evidenció la industria manufacturera, con una caída de 4,3% respecto del nivel que esa actividad mostró en aquel año.

Adicionalmente, uno de los sectores que el oficialismo estimuló durante el 2017, previamente a las elecciones de medio término, fue el de la construcción, tratando de incentivar la obra pública.

Sin embargo, la imposibilidad de continuar con ese esquema durante el presente año, llevó a que la producción de asfalto, entre los meses de octubre de 2017 y de 2018, se redujera casi a la mitad (-48%).

Lo propio sucedió en la producción de hierro redondo y aceros, cemento portland y cales, con caídas de 7,9%; 9,6% y 13%, respectivamente.

Va de suyo que el estrepitoso "parate" en la actividad productiva impacta a pleno en la tasa de desempleo, que casi se duplicó en estos tres años de gestión de la alianza Cambiemos.

En este contexto, a pocos días de finalizar el año cobra vigencia nuestra observación del 6 de agosto pasado (BAE Negocios, "Panes y peces") donde sosteníamos que "el stock de bienes y servicios de la economía por cada habitante se encontrará a fines de 2018 en su peor nivel en los últimos ocho años. Así, la población dispondrá, en promedio, de un 8% menos de bienes y servicios que en el 2010".

En relación con el Sector Financiero Ampliado, las decisiones del BCRA afectan a las instituciones bancarias que lo componen, de acuerdo con el grado de penetración crediticia que hubieren alcanzado. Esto significa que cuanto más crédito hayan otorgado al resto de las empresas, mayor es el riesgo de incobrabilidad para la entidad prestamista.

En tanto, el resto del SFA (principalmente ART y compañías de seguros) queda expuesto al creciente riesgo de incobrabilidad de los papeles de deuda, que integran su cartera de inversión.

Por último, en lo referente al panorama fiscal, cabe consignar que las mayores tasas de interés que debe pagar el BCRA por sus pasivos remunerados espiralizan el rojo cuasifiscal.

Además, aun cuando se cumplieran las reducciones previstas en el gasto público, ni siquiera resultará posible alcanzar el resultado operativo esperado, dado que, como también habíamos advertido desde estas páginas, la velocidad de caída de la recaudación impositiva supera a la del recorte planeado. Muestra de ello es la caída interanual que exhiben los ingresos tributarios de noviembre, correspondientes a la actividad de octubre, medidos en términos reales, al margen del deflactor que se utilice.

De esta manera, el Déficit Fiscal Total (DFT) conformado por el de la nación (incluido el cuasi fiscal del BCRA) las provincias y los municipios, se encuentra en niveles récord, en el entorno de 13% del PIB, con tendencia creciente.

Volver a la cultura de la producción y el trabajo


El autismo del BCRA, centrado en sus propios objetivos, acarrea severas consecuencias, no sólo respecto de la economía real, sino también en relación al SFA.

El costo de la "pax cambiaria"3 de las pasadas semanas es la destrucción, con prisa y sin pausa, de la base material de la Nación y su trabajo incorporado.

Sólo el encuentro armonioso entre la política y la economía permitirá el tránsito adecuado desde este presente oprobioso, hacia un futuro venturoso.

Constituir una alternativa institucional que tenga la capacidad de ofrecer el Plan Económico de Contingencia (PEC) que la realidad reclama, como afirmamos en "Ay Patria mía" (BAE Negocios, 7-5-18), permitirá dar vuelta la página.

De esa forma, quedarán sentadas las bases para la posterior implementación del Modelo de Desarrollo Económico Permanente y Sustentable (MODEPyS) que, con el protagonismo de la dirigencia sindical, empresarial y social, permita consolidar, robustecer y expandir el aparato productivo nacional, y así alcanzar la grandeza de la Patria que nuestro pueblo merece.

*MM y Asociados

1 El pasado 7 de agosto de 2018, el Directorio del BCRA creó el Comité de Política Monetaria (COPOM) conformado por el presidente, el vicepresidente, un director designado por el Directorio a tales efectos y el subgerente general de investigaciones económicas. Este comité tiene carácter resolutivo por votación de sus miembros. Su función primordial es la de determinar la tasa de referencia, las tasas de operaciones de pase y de los instrumentos emitidos por el BCRA, así como también los plazos y demás condiciones a observar para ejecutar la política monetaria.

2 Cuando el oficialismo decide espiralizar las tasas de interés, la idea fuerza que subyace es que ello resulta, para la actividad económica, menos dañino que un tipo de cambio al alza. De esa manera, soslaya que en una economía bimonetaria como la nuestra, las empresas, en general, encuentran los mecanismos para continuar operando en contextos devaluatorios.

3 Si para contener una corrida cambiaria sólo fuera necesaria una suba de la tasa de interés, y ello no acarreara dramáticas consecuencias, hasta el equipo económico del gobierno de R. Alfonsín lo hubiera llevado

Ver en el diario

lunes, 10 de diciembre de 2018

Tres años de mala praxis económica

Tres años de mala praxis económica

Por Lic. Guillermo Moreno*, Dr. Claudio Comari*, Lic. Norberto Itzcovich*


Hoy, al cumplirse tres años de la asunción del gobierno de Cambiemos, el aparato productivo nacional exhibe una performance calamitosa, en la que la vulnerabilidad no es privativa de las compañías pequeñas y medianas, sino que afecta a todos los negocios, ya que abundan entre las grandes empresas, los procesos preventivos de crisis, concursos y balances que exhiben cuantiosos quebrantos.

La situación de las familias no es diferente a la de las empresas. Los ingresos han perdido poder adquisitivo en forma sostenida, al tiempo que el panorama del empleo es de cotidiano declive.

El boom de inversiones y producción prometido por la alianza gobernante no se verificó y, por el contrario, la economía redujo su tamaño en el trienio.

Las explicaciones (excusas) oficiales de la secuencial postergación de la "lluvia de inversiones" del, ya ilustre, "segundo semestre", siempre son extra económicas: el peligro del triunfo populista en las elecciones de medio término, el "pasaron cosas" y, más recientemente, "la incertidumbre que genera el riesgo político", dada la caída del oficialismo en las preferencias electorales que vienen registrando las encuestas.

Tales descargos están lejanos a ser veraces. La ruinosa situación de la economía nacional es el inevitable resultado de la sucesión de políticas erróneas implementadas por Cambiemos, que no sólo no resolvió los problemas prexistentes, sino que los profundizó hasta extenuar a los agentes económicos.

La mala praxis económica nos ha conducido hasta aquí. Sin embargo, frente a ello, reafirmamos que nada justifica desfallecer ante el sombrío panorama, ya que sería injusto en cuanto valoración de lo hecho (mantener la empresa en marcha) y, principalmente, inútil hacia el porvenir.

Así como el pesimismo es un momentum del optimismo, este es un período que puede ser el punto de apoyo preparatorio para el reverdecer en los, necesariamente, mejores días que sabremos construir.

Y aunque las duras condiciones que hoy atravesamos hacen difícil percibir que tales afirmaciones tienen mayor fundamento que la propia voluntad de los enunciantes, ellas se sustentan en la misma profundidad y rigurosidad analítica que nos llevó a prever1 (con antelación suficiente a los primeros síntomas y a contramano de las corrientes mayoritarias de opinión profesional), la Supercrisis que transitamos.

En el principio fueron los alimentos


Con la devaluación inicial y la quita de las retenciones a las exportaciones agrícolas, el gobierno provocó un desmesurado aumento del precio de la canasta alimentaria, derrumbando el consumo del resto de los bienes y servicios, asestando así un golpe brutal al mercado interno.

Hacia mayo de 2016, nuestra opinión era: "Luego de seis meses de gestión macrista, se empiezan a agotar los plazos para definir el sesgo que tomará finalmente el gobierno. Durante estos meses hemos observado una política económica poco coordinada, e incluso acciones contrapuestas."2

Creíamos entonces que el gobierno iba a buscar algún tipo de solución a los problemas, sin sospechar que se trataba del verdadero modus operandi de la alianza Cambiemos:

"no importa si algo no se resuelve o incluso se agrava, salgamos del paso hoy".

El desplome de la economía, provocado por la caída del consumo privado, pretendió ser solucionado vía el aumento del gasto público, pero al recaudar menos y erogar más, se inició un sendero de duplicación del déficit fiscal heredado.

Este fue, fundamentalmente, financiado mediante el crédito externo. Dado que los dólares ingresados, para poder ser gastados, requerían ser transformados en pesos (aumentando la emisión monetaria y la probabilidad de inflación), el Banco Central de la República Argentina los esterilizó mediante instrumentos de deuda (Lebac, entre otros). Para lograrlo, debió pagar una exorbitante tasa de interés nominal, espiralizando el déficit cuasifiscal, que sumado a los rojos del Tesoro Nacional y las jurisdicciones subnacionales, siempre superaron el 10% del PIB.

La creciente inconsistencia del esquema macroeconómico de Cambiemos, alcanzó niveles críticos en 2017, hasta llegar al punto de disrupción el corriente año.

No conforme con la espiralización del resultado fiscal negativo, el oficialismo, leal a su premisa de empeorar lo que está mal, se lanzó a la desesperada búsqueda del desequilibrio externo, para completar su obra maestra: los "déficits gemelos".

Mientras en el mundo se adoptan las medidas de protección de las economías locales que aquí se desprecian, la producción doméstica de bienes y servicios quedó expuesta frente a la oferta de sus competidores no residentes, cuadro agravado por la revaluación del tipo de cambio derivada del sostenido ingreso de dólares provistos por los prestamistas externos.

En este marco, al finalizar 2017, se alcanzó un récord de u$s31.000 millones de resultado negativo en la cuenta corriente de la balanza de pagos.

Se configuraron así las condiciones para la actual Supercrisis: Cambiemos consiguió, a un mismo tiempo, los desequilibrios macroeconómicos que, en términos fiscales provocaron el colapso del gobierno de Alfonsín, y en el sector externo, el de De la Rua3.

Por eso advertíamos, en diciembre pasado ("En esta coyuntura económica: ¡atentos y vigilantes!", BAE Negocios, 25/12/17), que lograr la vigencia del concepto de empresa en marcha sería el mayor criterio de éxito para los meses siguientes, y subrayábamos que, para la gestión en lo microeconómico, "es más que conveniente atenerse a los criterios de la prudencia, vigilando la propia exposición a los factores de contexto como:

el volumen, rendimiento y origen de los fondos de los préstamos al BCRA (Letras y Pases) y al Tesoro Nacional (Letras y Bonos),
el comportamiento del tipo de cambio,
el funcionamiento de las cadenas de pago (sobre todo el cumplimiento del Estado hacia sus proveedores),
Y aconsejábamos:

mantener una adecuada relación entre pagos y cobranzas, así como entre ventas y stocks,
optimizar la situación crediticia (principalmente en cuanto a las deudas en divisas) y disminuir riesgos mediante instrumentos de cobertura, aun cuando ello implique gastos adicionales.
la correcta previsión de las posibles modificaciones en las estructuras de costos, a partir de cambios en las listas de precios de nuestros proveedores, provocados por factores externos a ellos, tales como los aumentos de tarifas, por ejemplo.
Ninguna de estas exhortaciones ha perdido validez; por el contrario, se encuentran más vigentes que nunca.

A confesión de parte, relevo de pruebas


En el año que finaliza, tal como lo habíamos adelantado en "Los prestamistas externos también preguntan ¿cómo seguimos?" (BAE Negocios, 12/2/18), la Supercrisis se materializó.

A partir de allí, el Fondo Monetario Internacional (FMI) fue requerido como garantía subyacente de los créditos otorgados por la banca extranjera. Pero, fiel a su estilo, la alianza Cambiemos no tardó en dilapidar los primeros u$s15.000 millones girados.

Fracasado el acuerdo, y forzado a renegociarlo, el organismo multilateral impuso las condiciones para que los fondos desembolsados se apliquen a garantizar su finalidad original, esto es, el pago de la deuda soberana a los tenedores no residentes, considerando que es posible establecer una renegociación voluntaria con los locales.

Como lo señalamos en octubre ("El domo del FMI", BAE Negocios, 10/12/18), el Fondo intenta contener las ondas expansivas del colapso de la economía nacional, dentro de nuestras fronteras.

Desde su óptica, imposibilitado el éxito de cualquier salvataje, sólo le queda prevenir los contagios, a la región y al mundo, de la entropía argentina.

La espiralización de las tasas de interés y el insólito "congelamiento de la base monetaria", no hacen más que reforzar el corset sobre la economía real, aventando cualquier expectativa de reanimación de la actividad y extremando las dificultades para las empresas.

Tal vez el único acierto del ministro Dujovne esté en su discurso en la Comisión Nacional de Valores, cuando dijo que en la Argentina nunca se hizo algo así "sin que caiga el Gobierno".

1 “Viento de cola en la política, nubarrones en la economía”, BAE Negocios, 30/10/17.

2 “Recauda como liberal, gasta como keynesiano: la política del después vemos”, BAE Negocios, 20/11/17.

3 Tanto fue así, que en nuestra consultora decidimos no realizar proyecciones para 2018, pese a que las formuladas en 2016 respecto a 2017, resultaron notablemente precisas; tan certeras como el pronóstico de lo que se avecinaba.

*MM y Asociados


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lunes, 3 de diciembre de 2018

El G20 en la era de Antón Pirulero

El G20 en la era de Antón Pirulero

Por Lic. Guillermo Moreno*
Dr. Claudio Comari*
Lic. Norberto Itzcovich*

Las calles de la Ciudad de Buenos Aires cortadas, multitudes que se desplazan de un lado a otro. Miles de personas llegadas de distintos lugares se juntan en los lobbies de los hoteles, comentan, se dirigen hacia donde se realizará el evento. Se ven autos y motos de la policía, la gendarmería y otras fuerzas de seguridad por doquier.

No, no estamos hablando del encuentro más relevante del G201, la Cumbre de Jefes de Estado, que se desarrolló la semana pasada en Buenos Aires, sino de los preparativos para la frustrada revancha del River- Boca.

Sin embargo, el final es el mismo para ambos acontecimientos. Ninguno de los dos tuvo resultado alguno.

El último intento por salvar la globalización


Con la desintegración de la Unión Soviética no sólo se resuelve la Guerra Fría, sino que emerge y se consolida la "globalización"2.

Este esquema, que llegó a ser catalogado como el "fin de la historia"3 por su vigor inicial, al ingresar al siglo XXI, mostró serios síntomas de agotamiento, hasta el estallido de la crisis financiera internacional de 2008.

Ello dio lugar al surgimiento de la "Cumbre de líderes del G20", constituyéndose en el último intento, no exento de dificultades, de salvataje del orden globalizador frente a los obstáculos que ya se venían manifestando. Por caso, en nuestra región, con el fracaso de la Cumbre de las Américas de 2005 y con la administración del comercio exterior de la Argentina como su corolario; en Europa con el crecimiento de opciones nacionalistas que propugnan, con diferentes grados de éxito, la reformulación o disolución de la Unión Europea, y con el resurgimiento de Rusia como potencia militar.

Las tensiones también hicieron eclosión al interior del G20, cuando en su reunión cumbre de 2014 en Brisbane, Australia, a instancias del ex presidente de Estados Unidos (EE.UU.), Barack Obama, se excluyó al líder ruso, Vladimir Putin, de la foto oficial.

El proceso de crisis de la globalización ingresa en su fase final con la llegada de Donald Trump a la primera magistratura de los EE.UU., que replantea los fundamentos preexistentes, así como el rol de los organismos internacionales, en especial el de la Organización Mundial de Comercio ( OMC).

Se trata, ni más ni menos, del surgimiento del Nuevo Orden Internacional (NOI) que, paso a paso, va sepultando el esquema que le antecedió, cuyas instituciones rectoras, incluyendo el G20, avanzan raudamente hacia la obsolescencia.

Como ilustramos oportunamente, apelando a una imagen retórica del papa Francisco (cuya elección también es un hito del actual proceso), el mundo uniformizado va siendo sustituido por otro en el que son las características de cada pueblo las que se destacan. La figura geométrica que representa la corriente globalizadora es una esfera, donde los puntos que la conforman, todos equidistantes del centro, son homogéneos y no se distinguen entre sí, contrastando con la óptica del NOI, donde el mundo se simboliza como un poliedro irregular, en el que cada una de sus caras -los pueblos- desde sus propias especificidades, integran un todo.

Así como la mencionada corriente "globalizadora" (la esfera) es reconocida como propia por el neoliberalismo y la socialdemocracia, lo mismo sucede en el campo de los "nacionalismos", que integran tanto los que proponen la construcción de muros como los que, fieles a la tradición de acogimiento de inmigrantes a la Argentina -que nos sentimos hermanados con los demás pueblos del mundo (aquel poliedro)-, aspiran a tender puentes.

La economía desde los conceptos de "la defensa y seguridad nacional"


La batalla de la hora, a nivel internacional, es por la protección del trabajo y del empleo en cada una de las naciones, a partir de la defensa de la producción y los mercados domésticos. Es una era en la que, como en la canción infantil, cada cual atiende su juego.

La guerra comercial Sino-Norteamericana es una muestra cabal. Allí, los postulados de la economía y los de la defensa y seguridad nacional, se imbrican para dar fundamento a las decisiones políticas que tipifican el actual proceso de consolidación del NOI.

Es así que el presidente de EE.UU., país que lidera el nuevo orden, invocó una ley que le da el poder de restringir el comercio, en nombre de la amenaza a la defensa y seguridad nacional que resultaría de socavar la viabilidad de producir localmente insumos estratégicos, así como, al renegociar los acuerdos comerciales del NAFTA o excluir a su país del tratado del pacífico, se basó en la primacía de los "intereses de la Nación".

EE.UU. recuperando su "zona de confort"


La revolución energética estadounidense, basada en la explotación comercial de shale gas/oil, permite obtener ganancias de competitividad que aceleran su tasa de inversión, y extiende así, nuevamente, la distancia de EE.UU. respecto de las economías de la República Popular China (RPC) y de la Unión Europea (UE) que, por el contrario, son tomadoras de los precios energéticos (sensiblemente superiores a los del mercado norteamericano), y al mismo tiempo, las más perjudicadas por las crecientes barreras comerciales.

En este marco, algunos de los ganadores del anterior orden, pasan a ser los perdedores del NOI y viceversa, como es el caso de la Federación Rusa que por ser, justamente, el principal proveedor de energía para Europa y China, pasa a integrar el grupo de los triunfadores.

Así, la III Guerra Mundial en cuotas, como la designa el papa Francisco, persistirá hasta que la economía de EE.UU., que a la salida de la II Guerra tenía el liderazgo absoluto en el bloque occidental (distancia que con el transcurrir de las décadas se fue acortando, tanto respecto de la UE como de la RPC), vuelva a imponer una amplia "zona de confort".

Réquiem al G20


Ningún programa será susceptible de ser exitoso para nuestro país, si no se basa en la comprensión de las profundas transformaciones que se operan en las relaciones internacionales, especialmente en el plano económico, desde hace ya una década.

Mucho ha incidido en el fracaso del gobierno de la alianza Cambiemos su incorrecto diagnóstico, que lo llevó a permanecer aferrado, en el plano internacional, a las ya fenecidas premisas de la globalización, mientras que en todo el mundo se privilegia adoptar medidas de protección de las economías locales.

Tampoco es acertada la visión que caracteriza a los actuales procesos políticos de los países latinoamericanos como insertos en una gigantesca "ola neoliberal", que tipifica la situación de todo el subcontinente.

Ello no sólo implica una errónea evaluación del papel que está jugando la principal economía mundial en la constitución del NOI, sino que tampoco justiprecia los sucesos de la región. Bolivia y Venezuela, mantienen los rumbos adoptados, al tiempo que sería impensable que un neoliberalismo rampante acepte un proceso de paz, en vez del aniquilamiento de su oponente, como sucede en Colombia.

Aquel diagnóstico tampoco se ajusta a lo sucedido en nuestro país o Brasil. Las presidencias de Mauricio Macri y de Michel Temer espiralizaron los desequilibrios fiscales, en franca contradicción con la premisa nodal de las administraciones en tiempos de globalización.

Es necesario profundizar nuestra comprensión del NOI, que acarrea:

severas amenazas, por su lógica esencialmente confrontativa, y
inéditas oportunidades, por la admisión como regla de la defensa de los intereses nacionales.
El G20, como entidad del orden decadente, no tiene más destino que el de la intrascendencia. Así lo ratificó la reciente Cumbre de Buenos Aires.

En el actual contexto, más temprano que tarde, los países que hoy lideran el conjunto victorioso repetirán, de alguna manera, un tratado que, a imagen del de Yalta, establezca áreas de influencia y construya las instituciones multilaterales que expresen el nuevo acuerdo que, sólo si incorpora la palabra rectora del papa Francisco en nombre de los pueblos que no tienen voz, resultará más justo que el anterior.

1 G-20: foro integrado por 19 países como miembros permanentes (Alemania, Arabia Saudita, Argentina, Australia, Brasil, Canadá, China, Corea del Sur, EE.UU., Francia, India, Indonesia, Italia, Japón, México, Reino Unido, Rusia, Sudáfrica y Turquía), y una representación adicional por la Unión Europea. España concurre en calidad de invitado permanente. Participan, además, organizaciones internacionales que integran el foro a través de sus presidencias (ONU, FMI, Banco Mundial, Consejo de Estabilidad Financiera -FSB-, OIT, OMC, OMS; la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático -ASEAN-, la Unión Africana, la Comunidad del Caribe -CARICOM-, el BID, entre otras)

2 Ordenamiento internacional orientado por las premisas del “Consenso de Washington” y regulado por las instituciones alumbradas por los acuerdos de Bretton-Woods..

3 Concepto popularizado a partir de la tesis del ex funcionario del Departamento de Estado de los EE.UU., Francis Fukuyama, quien a posteriori de la caída del bloque socialista, postuló que el triunfo de la democracia liberal era definitivo e inevitablemente global, ya que la mayor parte de la humanidad había alcanzado la fase final de la evolución de la historia universal. Su teoría se expone en el libro “El fi n de la historia y el último hombre”, de 1992.

*MM y Asociados


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lunes, 26 de noviembre de 2018

La singularidad bimonetaria de la economía argentina

La singularidad bimonetaria de la economía argentina

Por Lic. Guillermo Moreno
Lic. Norberto Itzcovich
Dr. Claudio Comari




Decíamos la semana pasada en Reflexiones sobre el modelo de desarrollo argentino (BAE, 19-11-18), que el ciclo económico de la alianza Cambiemos transita un sendero cuyo destino es el fracaso.

Por lo tanto, no hay dudas, que al actual experimento lo sucederá un esquema de recuperación del aparato productivo nacional.

No se le puede demandar a las ciencias sociales (y la economía es una de ellas), la predicción exacta sobre fecha y hora en que se producirá el punto de inflexión hacia la transición; sí es exigible, por el contrario, que la prognosis sobre el proceso en curso sea verificable a lo largo del tiempo.

Por caso, el diseño del mundo capitalista de la post guerra, producto de los acuerdos de Bretton Woods, y las líneas principales de la Guerra Fría, fueron determinados en el año 1944, sin necesidad de esperar el final de la II Guerra Mundial, porque los pronósticos realizados sobre su resultado eran suficientemente robustos.

Del mismo modo, comprobándose el desarrollo de la crisis, repetidamente anunciada como inevitable desde este espacio, debemos preparar la Argentina que vendrá, para estar listos cuando "lo terminado" acabe de irse. Es por ello que venimos aportando al debate, con insistencia, sobre el diseño del Modelo de Desarrollo Económico Permanente y Sustentable (MODEPyS).

En este marco, y continuando con el tratamiento de algunas de las singularidades de nuestro país, no podemos dejar de reflexionar sobre los desafíos y oportunidades que impone el marcado carácter bimonetario de su economía.

Antecedentes


Las tres funciones principales del dinero, generalmente aceptadas, son: fungir como medio de pago, ser unidad de cuenta y constituir reserva de valor1.

En general, los países adscriben a sistemas unimonetarios. Sin embargo, en la Argentina, se utilizan dos monedas de manera casi indistinta: el peso y el dólar.

Esta particular dinámica bimonetaria se fue exacerbando durante las últimas seis décadas, en la medida que se producían profundos desequilibrios macroeconómicos que aceleraban el proceso inflacionario.

Si bien el primer antecedente público de esta problemática, que ya comenzaba a estar latente, fue la conocida frase del entonces presidente Juan D. Perón ¿Alguien vio alguna vez un dólar?, a posteriori se fue agudizando.

A partir de la década del ´60, los inversores más calificados comenzaban a operar en "moneda dura", proceso que fue discurriendo a lo largo de los años, dejando en el camino ganadores y perdedores, provocando una lógica reasignación de riqueza.

Posteriormente, con los acontecimientos conocidos como "el rodrigazo", "la tablita" de Martínez de Hoz y "el que apuesta al dólar pierde" de L. Sigaut, entre otros, se aceleró y masificó la dolarización de carteras, proceso que fue in crescendo, hasta alcanzar el paroxismo con la hiperinflación alfonsinista de 1989.

Teniendo en cuenta estos antecedentes, es relevante comprender que dicha conducta no constituye, esencialmente, una "actitud especulativa rentística" especialmente arraigada en nuestra sociedad, sino que, simplemente, es la manera que fueron encontrando tanto las empresas como las familias para preservar el valor de sus patrimonios y sus ahorros.

Desde un apropiado enfoque de esta realidad, es posible convertir aquella conducta aparentemente defectuosa en una virtuosa para el conjunto social.

En efecto, existieron ciclos gubernamentales donde la utilización de cualquiera de las dos monedas (peso o dólar) era indiferente. Eso, permitió, incluso, que pretéritos atesoramientos se transformaran en ahorro para fondear la inversión.

¿Deudores o acreedores en dólares?


Si bien el estado argentino posee un significativo pasivo en dólares, hay que considerar que, a la inversa, el sector privado conserva un activo en esa misma moneda aún mayor. En tanto y en cuanto la Nación Argentina está conformada por el agregado de ambos sectores, podemos resaltar, como señalan las estadísticas oficiales, que nuestro país mantiene con el mundo una "posición neta positiva".

Esta situación puede observarse en las cifras que el INDEC publica como "Posición de Inversión Internacional (PII)", tal como se detalla en el cuadro.

Los resultados de la PII, al segundo trimestre del año 2018, arrojan un saldo favorable de poco más de U$S 52.000 millones, con un activo cercano a los U$S 362.000 millones, de los cuales casi el 79% (U$S 284.792 millones) pertenecen al sector institucional denominado "otros sectores" (que corresponde al sector privado no financiero).

Volviendo a hacer del defecto una virtud, el próximo modelo de desarrollo argentino debe permitir que los fondos en el extranjero, así como el atesoramiento doméstico, se transformen en ahorro que financie el flujo inversor, facilitando el crecimiento sostenido de la economía.

Consistencia macroeconómica para un bimonetarismo virtuoso


Para ello, es relevante indagar sobre la forma en la cual la política monetaria consigue que haya una situación de indiferencia entre la utilización de ambas monedas.

Y ese sendero debe lograrse mediante políticas que posibiliten la convergencia de las tasas de interés y de inflación, hacia niveles compatibles con los internacionales, eliminando las expectativas de devaluación.

En ese marco, además, debe consolidarse un esquema de consistencia macroeconómica, donde los superávits gemelos cumplen un rol central, tal como ya fue demostrado en anteriores etapas de desarrollo de la Argentina.

Así, se generará un contexto en el cual las empresas puedan encarar proyectos de inversión a mediano y largo plazo, que generen una adecuada rentabilidad, utilizando parte de aquellos activos en moneda extranjera.

Cabe consignar que, una vez conseguido ese objetivo, es preciso prever que la sobre abundancia de dólares no retrase el tipo de cambio competitivo, necesario para que la economía nacional sostenga su desarrollo. Ello, teniendo en cuenta que no puede absorber más de 12 a 15 mil millones de dólares plus por año, con un PIB creciendo a tasas anuales del 6% o 7%, sin que se produzca una revaluación del peso.

Ello permitirá a nuestro país ingresar en la etapa virtuosa del bimonetarismo, evitando lo que aconteció, con excepciones, en los últimos sesenta años, cuando al tiempo que la Argentina iba transformando bienes de producción en dólares, fueron creciendo, notablemente, la desocupación y la pobreza. Como afirmamos en Panes y peces (BAE, 6-8-18) "se presenta la enseñanza de que la satisfacción de las necesidades depende del acceso a los bienes (o servicios) y no de una mediata representación, como es el dinero".

Por esa razón, en el próximo MODEPyS, que deberá ser con una clara orientación a la producción, crecerá significativamente la base material de la nación.

*MM y Asociados

1 La utilización del dólar como reserva de valor puede realizarse como ahorro o atesoramiento. En este último caso, se debe tener en cuenta que los fondos no pertenecen al virtuoso circuito “ahorroinversión”, pero en el instante en que son utilizados para la adquisición de un bien, al financiar la inversión, se transforman en ahorro.


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Entrevista en "La salada TV"

lunes, 19 de noviembre de 2018

Entrevista en Crónica TV

Reflexiones sobre el modelo de desarrollo argentino

Reflexiones sobre el modelo de desarrollo argentino

Por Lic. Guillermo Moreno*
Dr. Claudio Comari*
Lic. Norberto Itzcovich*



El ciclo económico de la alianza Cambiemos transita un sendero que no tiene destino ni retorno.

De aquí en más, es importante que su oportuno reemplazo se lleve a cabo de forma incruenta, minimizando riesgos para el conjunto de la población.

Las secuelas negativas del experimento en curso son severas para la economía nacional en su totalidad y, de no operarse en contrario, el daño, en el discurrir de los acontecimientos, se irá profundizando.

En este marco, se imponen los siguientes desafíos:

en lo inmediato, establecer los mecanismos de transición que reviertan el deterioro y,
en el mediano plazo, delinear e implementar un Modelo de Desarrollo Económico Permanente y Sustentable (MoDEPyS).

La hora de la oferta


Los ciclos económicos de desarrollo (crecimiento con distribución) que experimentó la Argentina en las últimas décadas, asentaron su dinámica, centralmente, en la variable consumo, dado que una importante ociosidad de los factores productivos era su punto de partida.

Sin embargo, a medida que éstos iban siendo utilizados, se suscitaba una creciente tensión de precios en aquellos sectores que más rápido alcanzaban el límite de su capacidad instalada (inflación de demanda).

A su vez, dado que el crecimiento del PIB provoca un incremento más que proporcional en las importaciones, el deterioro de la balanza comercial que ello conlleva tiende a impactar al alza en las expectativas de devaluación y, por consiguiente, en la tasa de interés (inflación de costos).

Así como el año 1952 fue un claro ejemplo de lo ut supra señalado, una vez más, como a lo largo de la historia, resurge a partir de 2012 el clásico problema, aunque esta vez agudizado por la singular característica de bimonetarismo que ha adquirido nuestra economía.

Para las etapas reconstructivas que necesariamente sucederán al fracasado esquema actual, los estímulos de la demanda serán los pasos iniciales para emprender la recuperación.

Pero de manera sistémica y concomitante, la economía deberá incrementar significativamente sus capacidades productivas y, a partir del set de precios relativos, acelerar la dinámica inversora que aumente la oferta de bienes y servicios en forma sostenida, y de esta manera superar las recurrentes restricciones mencionadas.

Por lo tanto, el Modelo de Desarrollo para la Argentina, con los necesarios requisitos que lo hagan permanente y sustentable, deberá orientarse, esta vez, a la producción.

Poder adquisitivo popular y rentabilidad empresaria: al alza y en simultáneo

Existe una propensión, en algunos empresarios, a pensar que la disminución proporcional de los sueldos y salarios permite incrementar su tasa de ganancia.

Este razonamiento se da de bruces con las directrices del capitalismo moderno, que tienden a la protección y el fortalecimiento de los mercados internos (a partir de mejorar el poder adquisitivo de los ingresos populares-IP1), los cuales se constituyen en los elementos iniciales de las condiciones endógenas de desarrollo.

La manera de encontrar una solución a esta falsa dicotomía (sueldos y salarios vs. tasa de ganancia) es la apropiación, por parte del conjunto de la sociedad, de las rentas extraordinarias. Estas, como definimos en BAE Negocios, 29-01-2018, "Cómo seguimos", están constituidas por "aquellos beneficios redundantes, que se generan en el mercado, independientemente del trabajo humano, y se obtienen a partir de ejercer la exclusividad de la explotación de algún recurso natural. Esa característica, en Argentina, la cumplen algunas tierras y la energía fósil, constituyéndose, en consecuencia, en los vectores de competitividad de nuestra economía".

Para maximizar el aprovechamiento de esos dos vectores de competitividad, se deben utilizar las políticas regulatorias pertinentes.

En consecuencia:

Por el lado de la demanda, los precios justos y equitativos para los alimentos, permitirán recomponer el poder adquisitivo2 del IP, impactando favorablemente en el crecimiento del consumo privado.
En tanto, desde la perspectiva de la oferta, la posibilidad de contar con precios de la energía (en todas sus formas) adecuados a los valores de los mercados de referencia internacionales, redundará en la baja de los costos totales de las empresas que la utilizan como insumo, y en la recomposición de su rentabilidad.
Para el correcto funcionamiento de las políticas aplicadas para incentivar simultáneamente el consumo y la producción, se necesita un contexto macroeconómico consistente, en el que deben lograrse, y mantenerse a lo largo del tiempo, los equilibrios fiscal y externo.

Asimismo, las tasas de interés reales y la inflación deben converger a niveles internacionales, eliminando de esa forma las expectativas de devaluación, llevando a un punto de indiferencia en la utilización de cualquiera de las dos monedas (peso o dólar).

El tipo de cambio competitivo3, complementado con una adecuada política de administración del comercio exterior (cuya implementación se ve favorecida por el contexto internacional), garantizará la hegemonía de las empresas locales en el mercado doméstico, y potenciará su inserción internacional.

Este panorama permitirá a nuestro país ingresar en la etapa virtuosa del bimonetarismo (sobre la que nos explayaremos en próximas entregas), dejando atrás los ciclos dañinos de dolarización de carteras, como el actual.

En síntesis, para la implementación del MODEPyS es imprescindible que las dirigencias gremiales, tanto empresarias como sindicales, lo hagan propio, y ello sólo se conseguirá con una trayectoria que permita que:


  •  las empresas obtengan una adecuada rentabilidad,
  •  el mercado de trabajo tienda al pleno empleo, y los IP gocen de alto poder adquisitivo, y
  •  los sistemas de previsión y seguridad social4 sean suficientemente vigorosos, asegurando adecuados niveles de bienestar para el conjunto de la población.


Se trata, finalmente, de implementar los mejores planes, programas y proyectos, que garanticen simultáneamente el crecimiento y la inclusión social, asegurando la permanencia y sustentabilidad de esos logros.

*MM y Asociados

1 Los Ingresos Populares (IP), incluyen los sueldos y salarios, jubilaciones, pensiones y asignaciones.

2 Al reducir la proporción del ingreso requerido para la adquisición de alimentos (en virtud de la mejora de los precios relativos), aumenta la capacidad de consumo de bienes y servicios no alimentarios.

3 Si bien algunas propuestas contemplan desdoblar el tipo de cambio, dado que históricamente finalmente el equilibrio se ajusta por el tipo de cambio más alto, dicha política no resulta recomendable.

4 Por previsión social entendemos el ingreso en concepto de salario diferido que recibirá todo trabajador cuando deje de prestar servicio activo, en tanto la referencia a seguridad social involucra aquellos ingresos o beneficios que recibirá determinada población meta, incapacitada de obtenerlo en condiciones de mercado.


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lunes, 12 de noviembre de 2018

Las esferas de lo público y lo privado en el MoDEPyS

Las esferas de lo público y lo privado en el MoDEPyS

Por Lic. Guillermo Moreno*
Dr. Claudio Comari*
Lic. Norberto Itzcovich*

Quienes venimos predicando insistentemente sobre el Modelo de Desarrollo Económico Permanente y Sustentable (MoDEPyS), debemos reflexionar profundamente en torno de la asignación de recursos entre los diferentes sectores que componen la economía, que se realiza a partir de las señales de precios que brinda el mercado, destacando, a su vez, el rol del Estado dentro del universo de los "regulados", y poniendo especial énfasis en cómo se entrelazan los segmentos de mayor productividad y niveles de formalización con el denominado Sector Informal Urbano1 (SIU).

En el marco de este debate, en nuestro artículo El día después de mañana (BAE Negocios, 15/10/18), sosteníamos: "en las economías modernas, la posibilidad de reponer lo que se consume (reproducción ampliada) depende de la tasa de inversión. El quantum que esta alcance, inter e intra sectores, determina, entre otros aspectos, el gradiente que establece los beneficiarios centrales, secundarios y marginales, e incluso, en algunos modelos (como los neoliberales), quienes quedan "descartados", al decir del papa Francisco, de toda recompensa".

Esos diversos ordenamientos, que no son otra cosa que "modelos de acumulación de capital", encarnan tanto en la dimensión más profunda de la política, en términos de definición de la relación de los diferentes actores económicos y sociales entre sí (lo representado), como con las formaciones que disputan los espacios de decisión (las representaciones) que los expresan.

Repasábamos la semana pasada ("Sobre las representaciones y lo representado", BAE Negocios, 5/11/18) los contrastes observables entre un único modelo hegemónico perdurable como el que imperó en Brasil desde el golpe de Estado de 1964 hasta estos días, y la pendularidad de la superestructura política argentina, tensionada entre dos modelos contrapuestos, suficientemente vigorosos para, alternativamente, establecer primacías sobre su contrario, pero a la vez imposibilitados de consolidarlas en el tiempo.

Continuando estas reflexiones, especialmente desde el punto de vista de cómo la expresión, en términos políticos, de necesidades, intereses y aspiraciones de los conjuntos sociales, se vincula con su participación en la generación y distribución del ingreso total, en esta nota, proponemos un análisis complementario a los anteriores, en torno a la forma más eficiente de abordar la problemática del SIU y su articulación con los ámbitos de mayor formalización.

Al ser el sector privado de la economía el principal generador de valor agregado, deben propiciarse las condiciones macroeconómicas para que las compañías incrementen su tasa de ganancia y consecuentemente su actividad, hasta lograr el pleno empleo de los factores productivos.

Sobre el Estado, la informalidad y la exclusión


Entre las múltiples implicancias de la relación público-privado, se encuentra la referida a las problemáticas que expresan las denominadas "organizaciones sociales", que reúnen a un heterogéneo colectivo que va desde el SIU a los contingentes de "excluidos" residentes en barriadas y asentamientos.

Tales organizaciones se han ido institucionalizando progresivamente, formando diversos nucleamientos con creciente protagonismo, tanto en su actuación en el ámbito social (comedores comunitarios, clubes y centros vecinales, etc.) y económico (cooperativas de trabajo, gestión de empresas recuperadas, etc.), como en su participación y representatividad política.

La consideración sobre la importancia de este conglomerado social, tanto en términos numéricos como en su actuación pública, se expresa en los numerosos estudios existentes sobre el SIU y los debates sobre la "superpoblación relativa" o "masa marginal".

En este entorno, la pobreza y la desocupación que conviven al interior de este extendido conjunto social suele ser caracterizada como "estructural" por determinados enfoques. Esto implica asumir que, a pesar de que el aparato productivo lograra funcionar a pleno, siempre existiría una cantidad de familias que permanecerían en aquella condición.

De allí que, casi invariablemente, las respuestas de política económica a esta problemática oscilen entre resignarse a la exclusión (el penoso criterio de "que se la rebusquen"), que es la "solución" neoliberal, o bien que tengan un ingreso de subsistencia a partir del presupuesto del Estado en cualquiera de sus tres niveles.

Sin embargo, además de resultar ambas opciones económicamente ineficientes, la primera es moralmente inaceptable, en tanto la segunda implica convertir en perenne el equilibrio subóptimo alcanzado.

Si, por el contrario, se incrementa la tasa de ganancia de estas unidades productivas (UP) integrantes del SIU, es esperable que su crecimiento redunde en la formalización, con las ventajas de inclusión social que ello trae aparejado.

El rol del estado, en consecuencia, es el de utilizar sus políticas regulatorias para establecer el marco adecuado en el que todas las UP obtengan su cuota parte del excedente. Y esa decisión, obviamente, tiene estrecha relación con las consecuencias sobre los ganadores y los perdedores en el devenir del MoDEPyS.

La apropiación del excedente


El aparato productivo argentino, a diferencia de lo que acontece en las economías de otros países de Iberoamérica, se caracteriza por la generación de un único excedente social, apropiado en forma desigual por los distintos eslabones de las cadenas de producción y comercialización.

Sin embargo, actualmente, la desaparición de la tasa de ganancia (en prácticamente todos los sectores de actividad, al margen del tamaño de las empresas) producto del elevado costo de la energía y la espiralización hasta el ridículo de las tasas de interés reales, dañan peligrosamente la base material de la nación2.

Por su parte, desde el inicio del gobierno, los sectores populares ven gravemente afectados sus ingresos (conformados por sueldos, salarios, jubilaciones y pensiones), por el efecto devastador del aumento del precio de los alimentos (con origen en la devaluación inicial y la quita de retenciones), lo cual a su vez provocó una brutal pérdida de su poder adquisitivo, y la lógica caída del consumo.

En consecuencia, para recrear el círculo virtuoso de una economía sana, deben maximizase los vectores de competitividad del aparato productivo nacional, que no son otros que los asociados a las rentas extraordinarias3, utilizando todas las herramientas que el Estado tiene a su disposición en materia de regulación de precios.

Así, en el marco de un modelo que tienda al equilibrio:

a) desde el lado de la oferta, deberá contarse con precios de la energía (en todas sus formas) adecuados a los valores de los mercados de referencia internacionales, lo cual redundará en la baja de los costos totales de las empresas y en la recomposición de su rentabilidad y,

b) desde la perspectiva de la demanda, buscar precios justos y equitativos para los alimentos que permitirá recomponer el poder adquisitivo de los ingresos populares, impactando favorablemente en el consumo privado.

Ello, junto con políticas de tipo de cambio competitivo y una adecuada administración del comercio exterior (cuya implementación se ve favorecida por el contexto internacional), garantizará la hegemonía de las empresas locales en el mercado doméstico, al tiempo que potenciará su inserción en los internacionales.

Este correcto desenvolvimiento del MoDEPyS permitirá arribar al pleno empleo de los factores productivos, posibilitando, por lo tanto, la paulatina incorporación del SIU al sector formal de la economía.

Durante este tránsito, quedará demostrado que la pobreza y la desocupación no deben ser caracterizadas como "estructurales", sino sólo "circunstanciales".

*MM y Asociados

1 Definimos al SIU, como aquel sector compuesto por múltiples unidades productivas (unipersonales o no) oferentes de bienes y servicios, donde no resulta determinante su tipificación de acuerdo con el grado de cumplimiento de sus obligaciones fiscales, sino ciertas características intrínsecas de su organización, principalmente la indiferenciación en la retribución entre el trabajo y el capital, entre otras. Son activos generadores del excedente social, pero participando sólo marginalmente en su apropiación.

2 Las empresas, como simbiosis del capital y del trabajo, son el elemento primario constitutivo de la base material de la Nación.

3 Las rentas extraordinarias, tal como definimos en nuestro artículo “Cómo seguimos” (BAE Negocios, 29-1-18), están constituidas por “aquellos beneficios redundantes, que se generan en el mercado, independientemente del trabajo humano, y se obtienen a partir de ejercer la exclusividad de la explotación de algún recurso natural”. Esa característica, en Argentina, la cumplen algunas tierras y la energía fósil, constituyéndose, en consecuencia, en los vectores de competitividad de nuestra economía.


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Acto en la apertura dela muestra "Mujeres son las nuestras"

Entrevista en "Quien quiera oir que oiga"

lunes, 5 de noviembre de 2018

Sobre las representaciones y lo representado: los casos de Brasil y de Argentina

Sobre las representaciones y lo representado: los casos de Brasil y de Argentina

Por Lic. Guillermo Moreno*
Dr. Claudio Comari*
Lic. Norberto Itzcovich*

Pocas semanas atrás introducíamos algunas reflexiones relacionadas con distintas dimensiones de la política ("El día después de mañana", BAE, 15/10/18), no como ámbito de disputa de lugares de decisión en un campo establecido (la representación), sino en términos de su propio diseño (lo representado) en tanto determinación de la tasa de ganancia y la distribución inter e intra sectores económicos del ingreso nacional.

Nos parece válido retomar esta problemática, frente al hecho que, la irrupción de Jair Bolsonaro en el estrellato de la política brasileña, señala un significativo cambio en el sistema de representaciones del vecino país, abriendo una serie de interrogantes que trascienden sus fronteras.

Sin embargo, entender este evento, de por sí disruptivo, como la trivial incorporación de un nuevo actor relevante en el establishment político, sería simplista, ya que su paso desde la cuasi marginalidad política al dominio del centro de la escena pública, es la manifestación inmediata de una crisis en el sistema político que expresó, bajo diversos matices, un modelo de acumulación de capital que rigió desde el golpe de Estado de 1964 hasta la fecha. Por ello, posiblemente, también sea el punto a partir del cual se torne irreversible la transformación de las representaciones que se empezara a expresar en el proceso de destitución de Dilma Rousseff.

Brasil parece enfrentarse así a una nueva etapa que, atravesada por la redefinición de la relación de los diferentes actores económicos y sociales con las formaciones políticas que los expresarán en el futuro, previsiblemente estará signada por la inestabilidad.

No sólo existe una manifiesta contradicción entre el discurso nacionalista y el programa neoliberal del designado ministro Paulo Guedes, que dificulta saldar la crisis de representatividad, sino que, centralmente, al ubicarse dentro del paradigma decadente del Consenso de Washington (CW), queda a contramano de los emergentes modelos de desarrollo nacional y las nuevas pautas que comienzan a regir las relaciones entre las naciones.

Se abre el interrogante, hacia el mediano plazo, sobre si Bolsonaro no será, el último paso intermedio hacia la génesis de una nueva superestructura política que, finalmente, ponga en discusión el patrón de acumulación sobre el que se sustentó el orden que hoy está en cuestión.

Mientras tanto, de este lado del Río Uruguay, ello da pie a profundizar la reflexión en torno a la instauración de un Modelo de Desarrollo Económico Permanente y Sustentable (MoDEPyS), especialmente desde el punto de vista de cómo la expresión en términos políticos de necesidades, intereses y aspiraciones de los conjuntos sociales, se vincula con su participación en la generación y distribución del ingreso total.

Historias que se cruzan


En un esquemático repaso histórico1, hay paralelismos y perpendicularidades a las que vale atender para una mejor comprensión de los procesos en curso en Brasil y Argentina.

La desigual industrialización en los países de Iberoamérica, durante la primera mitad del siglo pasado, produjo duraderas huellas en las sociedades.

Las transformaciones de las matrices productivas, y la aceleración en el paso de sociedades agro-ganaderas y rurales a entramados urbanos con mayor participación de la industria y los servicios, dieron nacimiento a nuevos actores económicos y sociales, que colisionaron y pusieron en cuestión los esquemas económicos hasta entonces vigentes.

Surgen en el período, las expresiones políticas nacionalistas-populares como las encarnadas por Getulio Vargas en Brasil o Juan D. Perón en la Argentina, como expresión de esos actores secundarizados o marginados por el orden conservador, formaciones cuyas evoluciones resultaron determinantes hasta el día de hoy.

En el caso de Brasil, el golpe de Estado que derrocó a João Goulart, logró configurar un modelo de acumulación que dio viabilidad a la asociación de las antiguas oligarquías con una significativa parte de las capas altas y medias emergentes. Ello significó, a su vez, la partición del entramado que dio sustento a la experiencia de aquel nacionalismo brasileño, hasta la final dilución de esa tradición, por lo que los segmentos sociales excluidos, numerosos por cierto, privados de sus "alianzas naturales", carecieron de volumen suficiente para engendrar representaciones políticas relevantes o centrales.

Es a partir de allí, que se desarrolla un proceso en el que las lógicas tensiones y las adaptaciones a los escenarios cambiantes, se dan sin volver a poner en cuestión los trazos centrales de la estructuración económica nacional, determinando, a la vez, la notable estabilidad del sistema político brasileño, que va evolucionando hacia los postulados del CW, vía diferentes versiones y combinatorias de sus dos expresiones icónicas (la socialdemocracia y el neoliberalismo), aun ante la incorporación de nuevas figuras y formaciones relevantes. De allí que fuera posible que Dilma Rousseff cediera las riendas de la economía al neoclásico Joaquim Levy.

En nuestras latitudes, por el contrario, la inestabilidad se convirtió en la regla.


Es que, así como el peronismo no pudo terminar con el orden oligárquico conservador, este último, aunque sí fue capaz de interrumpir el desarrollo del modelo del nacionalismo popular criollo, no pudo ofrecer un esquema económico idóneo para la incorporación de otros actores en una alianza de carácter permanente, ni desarticular los altos niveles de organización social alcanzados, especialmente por el movimiento obrero.

De manera que quedan en pie dos contendientes de peso, que al mismo tiempo no logran la entidad suficiente para imponer su hegemonía, dando lugar al proceso pendular que vivimos los argentinos desde hace prácticamente 80 años.

Permanente y de pleno empleo


Decíamos en uno de los artículos2 citados:

"El esquema económico de la alianza Cambiemos recorre sus estertores. La causal estructural, expresada en la inconsistencia de los diseños de política económica, radicó en la imposibilidad de establecer un modelo de acumulación de capital viable.

En las economías modernas, la posibilidad de reponer lo que se consume (reproducción ampliada) depende de la tasa de inversión. El quantum que ésta alcance, inter e intra sectores, determina, entre otros aspectos, el gradiente que ordena a los beneficiarios centrales, secundarios y marginales, e incluso, en algunos modelos (como los neoliberales), quienes quedan "descartados", al decir del papa Francisco, de toda recompensa.

Nos enfrentamos entonces, a un período en el que las litis por la distribución de los espacios de las representaciones quedan secundarizadas por la dimensión más amplia de la política, que no es otra que la que define quiénes serán los ganadores y los perdedores a partir de instaurar un sesgo distintivo en el proceso de acumulación de capital futuro."

Como hemos remarcado en otras oportunidades, la puesta en marcha de un modelo de desarrollo económico implica disponer de las rentas extraordinarias3, pero, vale reconocer, existen diversas perspectivas no sólo respecto a su cuantía sino, especialmente, a su utilización.

Para el enfoque que postula como inevitable, aun cuando la economía funcionara al máximo de su potencial, la existencia de ciertos niveles de desocupación y de pobreza, definidos como "estructurales", dichas rentas extraordinarias deben ser aplicadas, bajo diversas modalidades, en la subsistencia de aquellos sectores marginalizados.

Esta visión, sin embargo, pone en irresoluble colisión los aspectos aspiracionales con la perpetuación del status quo de una extendida franja de la sociedad.

Otra mirada, presupone que aquellas deben ser utilizadas por el propio Estado, quién asume así el rol de dinamizador de la economía, y las aplicará de acuerdo a las prioridades que una preexistente planificación económica les asigne, razón por lo cual, la imprecisa definición del papel del empresariado, no parece ofrecer estímulos suficientes para participar de una alianza perdurable.

Por último, la perspectiva que nos seduce, es la que plantea que dichas rentas deben ser distribuidas en la totalidad del entramado empresarial, con el objetivo de mejorar sus estructuras de costos y, por ende, sus precios de comercialización. Ello garantizará la hegemonía de esas compañías en el mercado doméstico, al tiempo que facilitará su adecuada inserción en los flujos internacionales de comercio4, asegurando de esta manera el pleno empleo de los factores productivos.

Las condiciones del Nuevo Orden Internacional, no podrían ser más favorables, al permitirnos apelar a la administración del comercio exterior como instrumento (transitorio) de protección y fortalecimiento del aparato productivo nacional.

Se trata, ni más ni menos, de resolver el desafío de articular armónicamente la participación de los diferentes actores de la sociedad en la estructura económica, en un modelo viable desde el punto de vista productivo, capaz de reproducirse en forma ampliada y dar origen, en el nivel de la superestructura política, a las representaciones que expresen dicha alianza.

A diferencia de lo que acaba de acontecer en Brasil, eso es lo que estará en juego en las próximas elecciones generales de la Argentina: la discusión de la representación en términos de lo representado.

De allí lo desafiante de los meses por venir.

*MM y Asociados

1 Por razones de espacio debemos apelar a simplificaciones y síntesis más allá de lo deseado.

2 “El día después de mañana”, BAE, 15/10/18.

3 Estas, tal como definimos en nuestro artículo “Cómo seguimos” (BAE Negocios, 29/1/18), están constituidas por “aquellos beneficios redundantes, que se generan en el mercado, independientemente del trabajo humano, y se obtienen a partir de ejercer la exclusividad de la explotación de algún recurso natural”. Esa característica, en Argentina, la cumplen algunas tierras y la energía fósil, constituyéndose, en consecuencia, en los vectores de competitividad de nuestra economía.

4 Como señalamos en “El nuevo Nuevo Mundo” (BAE Negocios, 22/10/18), el diseño del nuevo ciclo de integración económica, adaptado a las necesidades de nuestro modelo de desarrollo, requerirá, además de redefinir la relación con Brasil, extender los horizontes de nuestro intercambio comercial en un esquema de articulación que integre a todas las naciones hispanoparlantes de América del Sur, en un conjunto armónico de economías complementarias.


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